Hace unos días, dentro de la inmensa alegría por la llegada de Charly García y el beneplácito de volver a recibir a Blades en Octubre, sentí una extraña e inusitada tristeza. Cuando en una radio local escuché con atención el nuevo sencillo de la talentosa pero otrora acertada cantautora colombiana, Shakira. “She Wolf” es el nombre de aquella rarísima canción que poco tiene que ver con lo que recordaba de finales de los años 90. Cuando una, por demás simple, muchachita de largos cabellos negros y blusas rayadas, venía al menos una vez al mes al Perú a promocionar discos y canciones hechos con especial cariño y evidente talento. Cautivadora, cariñosa, empalagosa y hasta tierna, resultaba aquella colombiana, ya desaparecida.
La canción que escuchaba hacía unos días tenía combinaciones de música disco, europeizada por cierto, gallitos excesivos en las partes vocales, y un aullido que se repetía en varios momentos de la melodía, dándole un toque onomatopéyico ordinario y hasta pacharaco. De rato en rato parecía una embobada Shakira, pero yo no quería creerlo. Ok, se metió al mercado gringo. Ok, ninguna de sus canciones en los últimos 5 años me ha llenado el apetito musical. Pero, ¿llegar a ese extremo?, ¿retroceder tantos pasos?, pensé que había algo de inteligencia artística en ella, pero simplemente tiene sólo la comercial. No conforme con escuchar la canción, busqué el video en la Web. Y, ¡OH, sorpresa¡ detecté lo que estaba pasando. Shakira quería aumentar sus de por sí millonarias cuentas bancarias, e hizo un videoclip que parecía haber sido grabado en un excéntrico night club. Aprovechando las medidas que la naturaleza y los mejores cirujanos estéticos le dieron, la colombiana se esmeró en hacer de la cámara la mejor aliada para cometer fechorías pocas veces vistas en una artista latinoamericana (dícese de raíces conservadoras), y realizó una conglomeración de escenas eróticas que por poco transgreden el calificativo de “sugeridas”, de no ser porque no hubo aparición masculina alguna.
La tristeza llegó cuando, al culminar los casi 4 minutos de tortura pseudo musical, pensé en cómo se habría sentido la Shakira esencial que se encuentra dentro de ese contorneado y flexible cuerpo de vedette ficha. Aquella Shakira que decía estar siempre “buscando un poco de amor”, y que lucía sus “pies descalzos” a plena luz del día, sin vergüenza alguna. Aquella Shakira que sólo necesitaba de su voz y una guitarra para llenar un coliseo, mas no dependía de movimientos pélvicos ni otras artimañas propias de una experimentada devoradora de hombres. Entonces entra a tallar la pregunta más primaria que cualquiera se podría hacer: ¿cuándo se jodió Shakira?, para mí, se jodió después de su MTV Unplugged.
Como al principio: Shakira tuvo un debut poco auspicioso con "Magia".
Hasta ese día la colombiana había grabado discos artísticamente ricos, de pronto se le dio la oportunidad más esperada para todo artista que desee expander mercados, un contrato millonario de la MTV, el cual acarrearía un show acústico. El disco del MTV Unplugged contenía canciones de todos los discos grabados por Shakira hasta ese momento, pero entonces llegó la canción “Ojos negros”, y todo se fue a la mierda. Los empresarios musicales gringos más poderosos vieron en Shakira no sólo talento, también vieron curvas, vieron caderas, vieron sensualidad, vieron dinero. Más dinero. Y no hay cosa que venda más en gringolandia que una latina rica que además tenga una gracia adicional, como por ejemplo, cantar o bailar (sino que lo diga nuestra querida J-Lo). Eso vende, y cómo no, los gringos ya están cansados de la carne caucásica, y hastiados de la carne afroamericana, están ávidos de un punto medio, de pieles canela, de ojos marrones y cejas pobladas, bajas estaturas; más un pequeño toque de conservismo. Lo hace más sexy. Entonces Shakira comenzó a vender, y sin el menor reparo sacó a su vitrina “Laundry Service”, con temas grabados tanto en inglés como en español: éxito total. Platita a forro. Pero Shakira, la esencial Shakira, iba despareciendo. Luego asomó “Fijación Oral” y, bueno, mientras en lo comercial la colombiana andaba en la cima de su carrera, en lo musical andaba rozando el fondo de un profundo abismo. Por ahí se coló un chispazo de creatividad musical, combinada con habilidad marketera, y al ritmo de “Hips don’t lie” (con el dolor de Jerry Rivera), Shakira abarrotó los mercados musicales del planeta, llegando a tal punto en el que la canción inauguraría certámenes de seguimiento multitudinario como la final del mundial de Alemania 2006.
Sin embargo, a pesar de ese buen chispazo, la creatividad de Shakira seguía en un desajustado descenso. Y hoy puedo decir varias cosas, primero: que Shakira ya se fue al cuerno. Qué canción más horrorosa, más insípida, más impropia de una autora con conocimientos musicales envidiables (pocas mujeres tocan la guitarra, piano y batería como Shakira). Es decir, qué decepción. La segunda: comprobado, la música y las ventas nunca serán una buena combinación. Podría ser, más bien, una consecución fortuita y gloriosa. El ejemplo más claro podría ser el disco más vendido el la historia del rock argentino, “El amor después del amor”. Fito se hizo millonario con esa producción, y adivinen qué, cada canción la hizo pensando en sus sentimientos más íntimos, casi haciendo un disco para él solo. Y como por arte de magia el disco pegó, y empezó a vender, y vender y vender. Ni el mismo Fito puede creer hasta ahora el éxito que le trajo aquel álbum al cual le puso, comercialmente, tan poca fe. Y tal vez esa sea la clave. Un músico no tiene que olvidarse que su labor es el arte y no tanto las ventas. Las ventas son sólo una consecuencia, se puede dar, como no se puede dar. Existen en el mundo entero discos hermosos, con canciones geniales y maravillosas, y cuando vemos sus estadísticas comerciales nos dan ganas de vomitar, porque sólo fueron comprados por los familiares del artista. Sin embargo el músico cumplió con su arte y eso le tendría que haber valido una sonrisa. Shakira parece haber olvidado el motivo de su existencia; el dinero se puede ir más rápido que la luz, pero los buenos discos son inmortales.
Y además nunca dejarán de venderse.
PD. Como dato anecdótico y comprobando lo dicho líneas arriba, después de “El amor después del amor” a Fito (como a todo ser humano) le gustó la plata, e hizo “Circo Beat”, un disco casi igual de rico, musicalmente hablando, pero hecho con intenciones un poco más materialistas, la producción fue un desastre en ventas, y a la fuerza, Fito volvió a ser el de antes. Esperemos que Shakira regrese, un ex fan limeño la seguirá esperando.